El trabajo de estas masajistas chinas consiste simplemente en dejar bien relajada la espalda de sus clientes, pero cuando llegan a la casa de un negro y ven la tienda de campaña que tiene, se quedan alucinadas. Deciden cambiar de plan y lo primero que hacen es descubrirle la polla, a la cual no se pueden resistir porque tienen unas ganas locas de tocarla y comérsela. El tío no las deja con las ganas y en cuanto se la han chupado se las folla a las dos para que peguen buenos gritos de placer con cada una de las metidas de rabo que les pega.
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